28 abril, 2006

Cap. 3: EL MEDIO ES EL MENSAJE

Un par de días después [ver capítulo anterior], un golpe receloso en la puerta llamó mi atención. Cuando abrí no vi a nadie y pensé que era otra treta jugada por mi intrépido cerebro, hasta que sentí una espontánea depresión en un pie, después en el otro, y esa sensación se tradujo en dolor. Bajé los ojos y descubrí la causa de mi desgracia.

Un chiquito, con la nariz aureolada de mocos, se concentraba en una generosa donación de pisotones, como si de esa misión dependiese el destino del mundo. De un empujoncito lo senté en el piso, pero debía tener resortes en lugar de nalgas porque al segundo estaba erguido otra vez. Debo reconocer que me asusté. Pensé que iba a pisarme de nuevo.

En lugar de eso me echó una mirada de desprecio y me alcanzó un papel. El Pulpo, obviamente, que encuentra maneras cada vez más baratas y distantes de comunicarse. Sentí pena por el mensajero, después de todo era solamente un chico. Me agaché hasta su altura.

"¿Querés galletitas?¿Eh?¿Galletitas y un vaso de Coca-Cola?¿Sí?"

Su silencio filoso era todo lo que estaba dispuesto a darme. Abrumado, quise cerrar la puerta, pero su pequeño pie estricto me lo impidió. Comprendí. Saqué un dólar del bolsillo, se lo entregué. El pie seguía firme. Le dí un dólar más. Otro. Escupió en el piso y desapareció por la escalera.

El papel era un telegrama, pero no estaba escrito a máquina. En su caligrafía lamentable, el Pulpo decía:

nene caca.stop.hay millones de blogs.stop.nadie los lee.stop.the dream is.stop. over.stop.sefiní.stop.los únicos que quedan.comma.sus autores no ven más allá de sus ombligos.recontrastop.ya son noting.stop.perdón.stop.quise decir nothing.stop.fósiles digitales.stop.Zenón se escapó de la jaulita.stop.debo irme.stop.over.

Zenón es el hamster del Pulpo. Le gusta verlo desquiciarse en esa rueda fija. Una semilla de girasol se balancea en la parte de arriba mientras Zenón pugna ahí abajo, sudando su sudor de hamster. Claro que el Pulpo, que no desaprovecha nada, pergeňó un mecanismo para que el movimiento de la rueda le proporcione energía a su lamparita eléctrica, bajo la cual reparte su ocio y sus obsecuencias.

Fui hasta la computadora y le mandé un email: “Un nene me dejó tu mensaje asqueroso. ¿Por qué siempre tus manejos patéticos? ¿Por qué no usar la web, como una persona civilizada?”

Al minuto recibí lo siguiente: “No contesto emails. Me ne frega la internet.”

Imprimí mi mensaje tal cual era. Compré estampillas, fui hasta el correo, envié la carta.

Tres días más tarde el mismo chico apareció con la respuesta. Esta vez fui cauteloso, lo mantuve a raya esgrimiendo los tres dólares desde el principio.

El papel decía: “este sistema es más humano.stop.estoy sin luz.stop.qué pelotudos que son los hamster.stop.”

Por la tarde envié una carta certificada diciendo: “Estás demente”.

Su respuesta tardó dos días: “puede ser.stop.¿no son unos pelotudos los hamster?.stop.post data.stop.cuidado,el párvulo muerde.full stop.”

Tuve que buscar “párvulo” en el diccionario, pero no voy a facilitarle la tarea a nadie.

Con tantas idas y venidas, los temores del comienzo [ver Capítulo 1] se fueron disipando, las amenazas se disolvieron en el recuerdo, vinieron días más calmos. Lucette se quedó conmigo una semana. Había estado fotografiando algunos parques de EEUU, pero justo fue en la época de las manifestaciones de inmigrantes; así que de atrás de cada malvón brotaba un mexicano, y entre los rosales se descubrían chinos con abanicos y gamberros de la india, transaccionando maní.

Había, incluso, una foto muy linda de un colibrí en pleno vuelo, mezclando el color rojizo de sus alas con las gotas doradas de una fuente, sobre la cual estaba a punto de posarse a beber; y todo en la imagen era muy leve y delicado, salvo que desde el fondo un serbo-croata, con los pantalones bajos, meneaba un trasero pálido y tranquilo como una luna sobre el Adriático.

Lucette se fue para continuar su trabajo, y yo me quedé un poco más contento y tranquilo, por lo que decidí que no necesitaba escribir un blog en absoluto, y que no iba a hacerlo.

Hasta que algo inesperado sucedió.

(Continuará...)